martes, 13 de marzo de 2007

VIH e ignorancia

Maite Reyes-Retana
(Publicado el 28 de febrero de 2007)

En 1981, los doctores de San Francisco, Los Ángeles y Nueva York empezaron a recibir pacientes, jóvenes homosexuales, que presentaban patologías de rara aparición, como neumocistis carinni o sarcoma de kaposi. Lo grave del asunto es que los pacientes, indefectiblemente, morían.
El 3 de julio de ese año el mundo se enteró, a través de la publicación de un artículo en el “New York Times”, de la aparición de una nueva y mortal enfermedad, llamada en sus inicios “gay cancer”.
Cuando los síntomas se presentaron en prostitutas, hemofílicos y un inmigrante haitiano, cundió el pánico puesto que nadie conocía el desarrollo de la enfermedad ni sus medios de contagio.
Han pasado más de 25 años desde entonces, en los que científicos franceses y norteamericanos lograron aislar el virus de inmunodeficiencia adquirida y entenderlo.
Del ya mítico “paciente cero” a hoy, se han hecho importantísimos descubrimientos en torno al VIH, como que solamente se transmite por la sangre, el semen, las secreciones vaginales y la leche materna. Nada más.
Despejado el enigma de la transmisión del virus, los científicos dedicaron su energía a encontrar medicamentos capaces, si no de erradicarlo, el menos si de controlarlo. Así, desde mediados de 1996, con la introducción de los tratamientos antiretrovirales de alta eficacia, la mortalidad empezó a experimentar un drástico descenso.
Vendrían después los inhibidores de la proteasa y los inhibidores de fusión, que han logrado que un paciente seropositivo viva muchos años sin presentar síntomas. Hay que recalcar que el VIH es el virus que, de no tratarse, causa el SIDA, es decir los síntomas de la enfermedad. El SIDA es al VIH lo que los mocos al catarro o la tos a la bronquitis, por dar un ejemplo concreto.
Un seropositivo no es pues ni inválido, ni inútil ni capaz de contagiar con su sola presencia.
Tal vez esta larga disertación les sirva a los ministros Góngora y Azuela a la hora de discutir la Ley del Instituto de Seguridad Social para las Fuerzas Armadas Mexicanas.
No es aceptable, en pleno siglo XXI; que los soldados enfermos de VIH sean considerados una amenaza para sus compañeros y la sociedad que tuviera contacto con ellos, como lo declaró el ministro Góngora. O, como lo hizo el ministro Azuela, comparar a estos militares seropositivos con un niño enfermo al que regresan de la guardería para no causar una epidemia.
Ojalá, por el bien de todos, que la SCJN tome una decisión justa. Sería un paso hacia la erradicación de la discriminación por VIH.

mreyesretana@yahoo.com

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