jueves, 15 de marzo de 2007

Andrés Manuel y el futuro de la izquierda en México

Maite Reyes-Retana
Publicado en la edición de octubre 2006 de la revista Playboy

Si algo puso en evidencia a elección del 2 de julio fue la enorme polarización que habíamos alcanzado los mexicanos: de un lado estaban los pobres y del otro los ricos.
Andrés Manuel López Obrador supo capitalizar, desde el primer día de su gobierno, el discurso de primero los pobres, haciéndole creer a los más desfavorecidos que, por el simple hecho de serlo, merecían la redención, y que su momento había llegado.
Tal vez sin quererlo, despertó el siempre latente rencor social que existe en la sociedad mexicana, la idea de que la pobreza de unos está indisociablemente relacionada con la riqueza de los otros. Los pobres creyeron pues que los ricos dejarían de serlo y que, automáticamente, ellos lo serían, como si por decreto se pudieran invertir los papeles.
El plan le funcionó tan bien, que el Peje llegó al arranque de la campaña convertido en un rival invencible. Es muy sencillo: en un país de pobres, no hay mejor estrategia que presentarse como un Robin Hood moderno.
Por otro lado, la torpeza monumental del desafuero, pésimamente mal manejado desde el gobierno foxista, le ganó al tabasqueño más simpatías de las que ya tenía. Apareció entonces como una víctima de los poderosos, como el que se enfrenta a la injusticia y a la opresión solamente con las armas de la razón y la autoridad moral. El pueblo se sintió identificado con su líder y se dispuso a defenderlo.
No fue necesario, puesto que el gobierno federal se echó para atrás, pero ya Fox había creado al Gandhi mexicano. El gobierno le regaló a López Obrador la posibilidad de dejar en el olvido los videoescándalos, el linchamiento de Tláhuac, y todos los problemas cotidianos de la gran urbe.
La campaña presidencial inició con AMLO seguro de su triunfo, Calderón intentando vencer los obstáculos y Madrazo cegado por su propia necedad.
Pero, sorpresivamente, las cosas empezaron a cambiar, y Calderón fue ganando espacio. Cuando GEA-ISA presentó la primera encuesta en que el PAN y el PRD se encontraban empatados, el revuelo fue mayúsculo.
Nadie esperaba que Calderón alcanzara a López Obrador, que se había mantenido en el primer lugar de las preferencias durante meses. Después de la de GEA-ISA vendrían otras encuestas que reflejaban la misma tendencia: Calderón se perfilaba como el posible ganador de la contienda.
En los head quarters perredistas sonó la alarma y todos los colaboradores del Peje salieron a descalificar violentamente a encuestas y encuestadores. Ellos, que estaban tan cómodos con la holgada ventaja de su candidato, se iban a tener que poner a trabajar en serio.
Fueron preparando entonces el escenario del fraude. El IFE se convirtió en el objeto de sus descalificaciones para, llegado el momento, poder acusar a los consejeros electorales de parcialidad y falta de profesionalismo.
Desde entonces quedaba claro que no aceptarían fácilmente una derrota.
Así sucedió: el PRD ha culpado al IFE, a los medios de comunicación, a los empresarios, al gobierno federal y, en el colmo de la desesperación, acusó a sus propios compañeros de partido, que fungieron como sus representantes en la jornada electoral, de haberse dejado sobornar.
Mientras López Obrador se dedica a proclamar que el universo conspira en su contra, su partido vive una situación inédita en su joven historia: logró un nivel de votación que jamás había alcanzado, pero se quedó descabezado. Los perredistas trabajaron única y exclusivamente para ganar la Presidencia, y no pensaron en un plan B. Pero no ganaron, y no saben qué va a pasar con AMLO ya que su futuro político no se ve claro. No puede aceptar un puesto en el gabinete de Ebrard, ni ocupar una secretaría en la estructura partidista, ¿qué hacer entonces con él? ¿Y qué futuro les espera a las tribus que, con tal de quedar bien con él, se enfrentaron al Ing. Cárdenas?
El hombre fuerte del PRD será ahora Marcelo Ebrard, un ex salinista al que muchos perredistas ven con recelo. Muchos están preocupados por la posibilidad de que el grupo de ex priístas que rodeó al candidato se apodere del partido, dejando fuera a los fundadores del FDN. La posibilidad no es remota, y ya muchos anhelan que Lázaro Cárdenas termine su gobierno para ungirlo como el nuevo líder, el único capaz de representar un contrapeso a las ansias de poder de Camacho and company
Sería muy deseable, por el futuro de la izquierda, que los perredistas serios y responsables que aun existen empezaran a demarcarse del Peje. De no hacerlo, se hundirán con él.
mreyesretana@yahoo.com

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