jueves, 15 de marzo de 2007

Corrupción e Impunidad

Maite Reyes-Retana
Publicado el 24 de enero de 2007 en Milenio Diario

A estas alturas, ya no nos puede caber ninguna duda acerca de la energía con que el Presidente Calderón pretende acabar con el narco. Los operativos en Michoacán, Acapulco y Tijuana, primero y, más recientemente, la extradición de importantes capos a Estados Unidos hablan de una intención real de combatir al crimen organizado.
Más allá de las críticas de la oposición, la verdad es que Calderón está tomando medidas que ningún presidente se había atrevido a tomar, y eso es de reconocerse.
Sin embargo, existe un punto nodal en la lucha contra el crimen que no ha sido mencionado por el gobierno federal: la persecución a la corrupción y a la impunidad, aliadas centrales en la construcción del narcotráfico y del crimen organizado.
La propuesta de Calderón se ha limitado al uso de la fuerza, pero el enorme problema que representa el narcotráfico no es de policías y ladrones. Involucra, de hecho, a funcionarios públicos que se dejan corromper, a empresarios que lavan dinero, a comerciantes callejeros que venden su mercancía ilegal en plena calle, al servicio aduanero que se hace de la vista gorda para dejar pasar casi cualquier cosa, a las escuelas que no tienen ningún control sobre el narcomenudeo, a militares, a jueces, a prelados.
El crimen organizado no existiría sin la impunidad, que hace que los delincuentes se sientan completamente seguros en nuestro país. Si, es urgente la profesionalización de los cuerpos policíacos, pero es igualmente necesario crear algún mecanismo de control que monitoree su actuación.
Por otra parte, de nada servirá la ambiciosa estrategia de Calderón si no involucra en ella a los Poderes Legislativo y Judicial.
En el punto 5 de la Cruzada Nacional contra la Delincuencia se dice que se dará conocer en 90 días “un programa integral de seguridad y procuración de justicia”. Esperemos que se refiera al ataque frontal contra la corrupción y la impunidad, en todos sus niveles, en el que intervengan los tres poderes de la Unión, cada uno desde su esfera de responsabilidad.
Si no se empieza de cero, la enorme tarea que Felipe Calderón decidió asumir se quedará en buenas intenciones. De poco sirve extraditar capos mientras fuera de las escuelas se sigan instalando puestos callejeros, a los que nadie revisa y que cuentan con la protección de las autoridades delegacionales, o mientras los policías estén coludidos con los delincuentes. Esa es la raíz del problema y hay que arrancarla de tajo.

mreyesretana@yahoo.com

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