jueves, 19 de abril de 2007

Se busca rey

Publicado en Milenio Diario el miércoles 18 de abril de 2007
Durante toda mi vida, o al menos la mayor parte de ella, me he definido como de izquierda y republicana, lo que ha provocado peleas de antología con mi abuela por su abierta devoción monárquica.
Sin embargo últimamente, no sé si sea la edad, me he descubierto pensando que la monarquía no está tan mal, después de todo. Me explico: en un país como México, en el que a un mismo hecho le corresponden tres o cuatro versiones, ¿no sería fantástico que existiera un personaje, ajeno a intereses políticos, al que todos le creyéramos?
No tiene que ser un rey, podría ser un Jefe de Estado, que no de Gobierno, pero en ese caso despertaría en nosotros la misma desconfianza que nuestros actuales políticos, puesto que respondería a los intereses de la mayoría del Parlamento.
Supongamos por un momento que, el 3 de julio de 2006, hubiera aparecido en TV un personaje a decir que las elecciones habían sido limpias, y que todos hubiéramos dado por buena su versión. O que ese mismo personaje pudiera aclararnos si en Zongolica se cometió una violación o todo es un montaje de Fidel Herrera. Si eso sucediera, nuestra clase política sería mucho más cuidadosa, puesto que sabría que el “rey” tendría la última palabra y el poder para desenmascarar a los mentirosos y reprender a los ineficientes o corruptos.
En una República, ese papel debería cumplirlo, en primer lugar, el gobierno pero ¿alguien le cree, a estas alturas del partido, a los legisladores o a los funcionarios? Si Fox, el supuesto presidente de la transición, el que no haría nada igual que los priístas, fue capaz de solapar la falsificación de firmas para afectar al Napito, ¿podemos seguir creyendo en el discurso anticorrupción de los panistas?
Para limitar la acción del gobierno surgen órganos autónomos, como la CNDH o el IFE, ambos tan desacreditados hoy que, basta con que sus titulares hagan alguna declaración para ser automáticamente descalificados.
¿Qué nos queda? ¿Los sindicatos charros? ¿La iglesia? ¿El Ejército? Quiero pensar que todavía podemos creer en los medios de comunicación, pero no se me ocurre ninguna otra institución en la que podamos confiar.
En conclusión, mi desvarío monárquico se reduce a que la crisis institucional en la que estamos metidos empieza a hartarme, y no le veo solución, al menos en el corto plazo.
¿O que a poco nuestros políticos se van a olvidar, de un día para el otro, de sus propios intereses para ocuparse del bien superior de la nación? Me podrán llamar descreída, pero me parece muy remoto.

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